Un verano rojo y negro.

Hace exactamente 30 años, Barcelona era una ciudad libertaria. Los días 22, 23, 24 y 25 de julio de 1977, el Saló Diana, en la calle de Nou de la Rambla, y el parque Güell, se convirtieron en los polos principales de las Jornadas Libertarias, un acontecimiento a caballo entre el happening y el debate político y social en el que participaron unas 600.000 personas, la mayoría jóvenes que empezaban a descubrirlo casi todo.

Las Jornadas Libertarias se celebraron en BCN hoy hace 30 años y atrajeron a unas 600.000 personas.
El Saló Diana y el parque Güell fueron sus grandes escenarios


Hacía dos años que Franco había muerto en la cama. El presidente Adolfo Suárez hilvanaba los Pactos de la Moncloa, Madrid estaba todavía noqueado por los asesinatos en enero, a manos de la extrema derecha, de siete abogados laboralistas vinculados al PCE en su despacho de Atocha. En Barcelona, la Rambla ardía casi cada día en un ambiente donde reinaban los sevillanos Nazario y Ocaña, que se disfrazaban de Massiel con bolso y abalorios y se estaban acostumbrando a ir a comisaría detenidos por escándalo público.

Grupúsculos

Los jóvenes leían Makoki, quedaban en Zeleste, el de Plateria; en los drusgtores del Liceu y del paseo de Gràcia que cerraban de madrugada; en La Enagua o el Pastís. También militaban en grupúsculos al margen del PSUC hegemónico, que los miraba por encima del hombro: había trostkos, maoístas, leninistas, escisiones de escisiones. Los de Ajoblanco contra los de El Viejo Topo. En 1973 tuvo lugar el primer gran concierto de rock. King Crimson tuvieron que tocar desterrados en Granollers porque se temían algaradas si actuaban en Barcelona. Mucha gente regresó a casa a pie, al amanecer. Y todavía encogía el corazón la ejecución en la cárcel Modelo de Salvador Puig Antich, el 2 de marzo del 74.

En el 76 se había constituido la Assemblea de Treballadors del Espectacle, muy activa, y el 2 de julio del 77, en Montjuïc, se había celebrado un mitin monstruo con unas 300.000 personas reunidas para escuchar a la anciana cenetista y antigua ministra de la República Federica Montseny, que no daba crédito. Abundaban los mítines, las cargas policiales y los encontronazos con la extrema derecha. Empezaban a llegar noticias sobre el feminismo norteamericano, los panteras negras y las comunas. Vivir era barato; el consumo se desconocía. Viajar a la India, casi una obsesión y el Magic Bus rumbo a Katmandú, algo tan mítico como pisar el Voldelpark de Amsterdam. Los jóvenes convertían en un héroe al líder de la FAI (Federación Anarquista Ibérica), Buenaventura Durruti, según el biopic del ensayista Hans Magnus Enzensberger El corto verano de la anarquía, que publicó junto con Las cuatro tesis de Mao la editorial Anagrama.

En ese contexto complejo, lleno de sobresaltos, se cocieron las jornadas libertarias, de las que quedan no demasiados testimonios fotográficos y una única serie documental filmada por Vídeo Nou que se puede ver actualmente en el Macba. Pepe Ribas, director de la revista libertaria independiente Ajoblanco, recuerda muy bien aquellos días calurosos. Autor de Los 70 a destajo. Ajoblanco y libertad (RBA), es prácticamente el único que ha escrito sobre las jornadas, al margen de las publicaciones de tipo alternativo, ya que la Barcelona contracultural no despierta excesivo interés en el mundo de la historiografía académica.

Ribas asegura que lo más importante fueron los debates sobre cómo debía organizarse el movimiento libertario celebrados en el Saló Diana a instancias de grupos libertarios donde militaban Rafael Poch, Andrés Grima o Francesc Bellmunt, cenetistas como Luis Andrés Edo a los que se sumaron gente del teatro como Carlos Lucena y Mario Gas. Vinieron extranjeros como Daniel Cohn-Bendit, Danny El Rojo, el héroe del mayo francés de la Sorbona, que iba y venía atónito.

Debate inconcluso

"Fue la última oportunidad de crear una democracia diferente. El gran debate no se concluyó, de lo contrario el nacionalismo, que entonces era minoritario, no hubiera funcionado", opina Ribas. "En aquella época un teatrero montaba sin un duro Joglars o Comediants y ahora se va a TV3 a hacer una telenovela. Todo se hacía sin dinero, montando redes, innovando, sin tecnologías pero con mucho talento y creatividad. Sorprende la anticipación de toda aquella gente", añade.

Durante las jornadas, en los escenarios del parque Güell, más lúdicos y frescos de noche, Sisa declamaba Los angelitos negros, Ocaña se desmadraba y se meaba en el escenario, corrían los panfletos con la A rodeada de un círculo y llegaron los pioneros de la ecología, que construyeron un molino de viento alternativo. "Yo de todo aquello destaco la paz, la armonía y la libertad. En el parque mucha gente hizo el amor por primera vez. Los de los institutos se estrenaron allí, pero con un pudor tremendo. Hubo una mezcla de ecología, feminismo y educación que no ha vuelto a repetirse", dice Ribas.

Pero el corto verano de la anarquía duró muy poco. Ribas cuenta que un día el periodista Ramon Barnils, que solía llevar gabardina, se resguardaba de la lluvia en un portal cuando un hombre extraño le dio un sobre con 10.000 pesetas dentro. Mientras, unos jóvenes rompían cristales al grito de Viva el PCI. Los provocadores y los infiltrados radicalizaron la situación. Y el tenebroso caso Scala dió la puntilla a la Barcelona rojinegra.

...... ROSARIO FONTOVA
BARCELONA

articulo publicado en " el periodico"